El hogar,
donde
el hombre y la mujer
se refugian para gozar
las grandes riquezas
del amor;
donde el niño
viene a la vida
y permanece largos años,
es donde el Señor multiplica
los signos de inteligencia,
para conocerle
y amarle a El
y, en consecuencia,
para conocernos
y amarnos
a nosotros mismos.
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